Reencuentros

Pablo se sentó en aquel banco esperando a que algo le sacara de su aburrimiento. Tras un rato observando el ir y venir de la gente, una puerta se abrió y, de su interior, salió un antiguo compañero de piso, después la primera chica a la que besó y, minutos más tarde, la mujer que le cuidó durante gran parte de su infancia. Pablo, que sabía que esos reencuentros no eran simples coincidencias, decidió no moverse de allí. No hasta que viera a Marta, a la que, pese a haber perdido la pista hacía años, aún no había logrado olvidar.

El fin

Mario se levantó con hambre, pero al abrir la nevera descubrió, con tremenda decepción, que la comida se había acabado. Después entró al baño para lavarse los dientes y, aunque apretó con fuerza el tubo de la pasta, no logró que saliera nada de su interior. Con los dientes sucios y el estómago vacío fue a despedirse de Ana con un beso, pero ella apartó su cara y él supo que su amor también se había acabado.

Al acecho

Presentía que la muerte le seguía muy de cerca, pero él no estaba dispuesto a dejar que le alcanzara. Para dejarla atrás, se calzó unas viejas bambas, se puso ropa cómoda y empezó a correr. Y lo hizo tan rápido que logró escapar de su destino durante un buen rato, hasta que su corazón le dejó tirado en plena calle.

En la habitación

Marina siempre quería estar rodeada de cosas bellas y Juan, al no poder pagar sus caprichos, empezó a robar para ella. Primero fue aquel brazalete, luego aquel abrigo de visón y, poco después, un Picasso que ella había visto en un catálogo de arte. Pero Juan sabía que nada podía hacer más feliz a su amor que lo que estaba a punto de conseguir esa noche. Por eso, aunque con dudas, él forzó la puerta, avanzó con sigilo por el pasillo y llegó hasta la habitación. Era como ella quería: rubio, risueño y con enormes ojos verdes.

Celebración

Se sentía tan eufórico que, tras subir el volumen de la música al máximo, se puso a bailar con total desenfreno. Ésta era su manera de celebrar que, por fin, estaba a punto de dejar atrás una existencia llena de amargura, gritos y reproches. Pero antes debía encontrar un buen lugar en el que ocultar el cadáver de su recién asesinada esposa.