Días de lluvia

La lluvia había sorprendido a Ana en multitud de ocasiones, pero nunca antes había visto caer del cielo a hombres, mujeres y niños. Así que, sorprendida por el fenómeno y temerosa de que alguien se le cayera encima y le abriera la cabeza, decidió encerrarse en casa.

Solo cuando la lluvia cesó, ella se atrevió a salir al jardín, donde se encontró con un hombre dormitando en el suelo. Ana, imaginando que debía estar hambriento, le invitó a merendar y, más tarde, también a cenar. Tiempo después, y ya convertidos en marido y mujer, Ana siempre explica que, un día, el amor le llovió del cielo.

Amor de madre

Lleva horas durmiendo en su cunita como un ángel. Eso es lo que les diré cuando pregunten por mi pequeñín, aunque si atisbo cierta desconfianza, les invitaré a entrar en la habitación,  donde descansa abrazado a su peluche.

Como cualquier madre, he intentado que sea bueno, pero hoy ha vuelto a hacer algo feo. Lo sé porque, hace apenas un rato, ha aparecido con su ropita empapada en sangre y una sonrisa de satisfacción en su rostro. Pero si ya es duro descubrir que has engendrado a un monstruo, peor es que te separen de un hijo. Por eso pronto debo enseñarle a ser más cuidadoso en sus crímenes.

Reencuentros

Pablo se sentó en aquel banco esperando a que algo le sacara de su aburrimiento. Tras un rato observando el ir y venir de la gente, una puerta se abrió y, de su interior, salió un antiguo compañero de piso, después la primera chica a la que besó y, minutos más tarde, la mujer que le cuidó durante gran parte de su infancia. Pablo, que sabía que esos reencuentros no eran simples coincidencias, decidió no moverse de allí. No hasta que viera a Marta, a la que, pese a haber perdido la pista hacía años, aún no había logrado olvidar.